Las mujeres que vestían a la moda a finales de la década de 1930 usaban
vestidos entallados y el cabello perfectamente peinado, pero no la pintora Frida Kahlo. Ella iba a las cenas y a
los teatros de París o Nueva York con moños, faldas y blusas indígenas
holgadas, bordadas con flores de colores brillantes y sus cejas pobladas,
unidas a la mitad la frente, eran un contraste muy fuerte con las finísimas
cejas depiladas de las otras mujeres de la época.
Frida Kahlo (1907-1954) construyó su identidad apoyada en una
imagen visual potente a través de su vestuario además de su personalidad y su
creatividad artística, llegando gracias a todo ello a brillar con luz propia en
la historia de la pintura del Siglo XX. Un repaso por su indumentaria es lo que se
verá a partir del 22 de Noviembre en su
Casa Azul de México, hoy convertida en el Museo Frida Kahlo.
La exposición se titula “Las
apariencias engañan: los vestidos de Frida Kahlo” y reúne rebozos, faldas,
blusas, enredos, vestidos, mantos de tehuana, medias, enaguas, pantalones, camisas,
joyas, zapatos… que permanecieron bajo llave 50 años a petición de su pareja, el
reconocido artista plástico Diego Rivera.
Las distintas piezas están confeccionadas en algodón, muselina, seda, terciopelo,
con bordados, aplicaciones y encajes; y se dice que aún conservan el perfume de
la artista y el humo de sus cigarrillos, así como manchas de pintura.
Boda de Frida y Diego. 1929. |
Sus prendas preferidas: el huipil
yalalteco (blusón) y el vestido de
Tehuana, llamado así por las mujeres matriarcas indígenas de la región. Los
responsables del Museo dicen que muchas de las blusas de Kahlo eran hechas a la
medida. Se compraba las telas y las llevaba a costureras indígenas para que las
confeccionaran. Algunas estaban hechas de terciopelo guinda, una tela que suele
ser usada para vestidos de gala tradicionales en el istmo de Tehuantepec, en el
estado de Oaxaca. La pintora combinaba sus ropas con aretes grandes de oro y el
pelo recogido, adornado con flores. Sorprendentemente, cuando
pasaba por momentos de angustia y depresión solía usar ropa de hombre.
Como
curiosidad, la exposición exhibirá el corsé blanco que Kahlo incluyó en su
autorretrato “La columna rota” y un arete que le regaló Pablo Picasso e incluyó en un autorretrato de 1940.
Se verá como
tanto la discapacidad de la pintora
como su identificación étnica
cimentaron la decisión de usar todos esos diseños. Su ropa, creativa y colorida,
además de ser en sí una manera de
esconder flaquezas físicas y emocionales, translucía su temperamento. Era un
tipo de armadura: su aliada para disimular una vida de dolor físico y
emocional. Sufrió la polio cuando era niña y quedó gravemente lesionada por un
accidente de autobús a los 18 años, también tuvo varios abortos y soportó las
múltiples aventuras de su esposo, el muralista Diego Rivera, incluso con su
propia hermana. Sus largas faldas ocultaban su pierna derecha deformada, y los
blusones cubrían los rígidos corsés que usaba para el dolor de espalda.
Habitación de Frida |
Su vida de sufrimiento era el tema de sus pinturas.
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